martes, 1 de enero de 2013

CAPITULO 42


Pasaron dos meses y mi vida volvió más o menos a la normalidad. Escribí algunas canciones que Mario dijo que me iba a ayudar a grabar. Y me estaba sacando el carné de conducir y lo aprobé. Lo que no me iba a esperar es lo que me iba a suceder el día de mi cumpleaños.

 
Estaba dormida placidamente hasta que sonó el despertador. Le di un golpe y se apago. Me gire y contemple el techo:

- Ya tengo 18 y me dan el carné. – dije sonriendo.

Me levante y me duche. Me puse mi pantalón corto, unas vans con una camiseta y una chaqueta.

Salí corriendo a la autoescuela para recoger mi carnet.

 
Volví a casa feliz y nada más entrar mi padre y mi madre me recibieron con un pastel de cumpleaños. Desayunamos todos juntos entre risas.

Después de un rato mi madre me echo de casa para prepararme una fiesta en la cual no había podido participar.

 
Fui a casa de Mario y nos dirigimos juntos al estudio a grabar varias canciones.

Estaba en la sala de grabación cantando varias canciones. Mario pulso el botón desde fuera del cristal para hablar conmigo:

- Ya hemos acabado, ¿Te apetece ir a comer algo, mayor de edad?- me dijo con una sonrisa burlona.

Salí de la sala y le conteste:

- Pues claro. ¡Conduzco yo!- mientras le quitaba las llaves y salía corriendo.

Me persiguió por todo el estudio. Mientras corría saludaba a gente que había conocido en la discográfica. Siempre hacíamos alguna locura y ya estaban acostumbrados. Reía como una loca, mientras Mario gritaba:

- ¡Como le pase algo te mato!

Mario comenzó a correr más rápido y se lanzo contra mí. Acabamos rodando los dos por el suelo entre risas. Mario acabo encima de mí sobre el suelo. Los dos respirábamos agitadamente. Nos miramos a los ojos con demasiada intensidad y Mario bajo su mirada a mis labios. Poco a poco se fue acercando, nuestras narices se estaban rozando y no sé por qué quería que me besara. Mientras él se acercaba mi mente se debatía. Seguía queriendo a Alan eso no lo dudaba, pero Mario había sabido estar ahí cuando más lo necesitaba. Quizá necesitaba seguir mi vida, ¿y si Alan no volvía? No iba a estar toda la vida esperando.

Entonces comencé a acercarme yo para cortar las distancias. Nuestros labios se estaban rozando, cuando oímos a alguien toser. Nos giramos los dos y vimos unos pies en unos altos tacones con unos vaqueros, subimos la mirada y encontramos a Rebeca mirando hacia otro lado con una sonrisa juguetona.

Mario se levanto y me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Me rodeo la cintura me dio un beso en la mejilla y me susurro al oído:

- Luego nos vemos.- Me soltó mientras miraba a Rebeca con cara asesina.

Rebeca le sonrió y me agarro del brazo arrastrándome con ella.

- ¡Felicidades! –grito mientras me daba un abrazo y comenzaba a tirarme de las orejas hasta contar a  18.

- ¿Ahora a donde me llevas?- le pregunte mientras me arrastraba hacia su coche que estaba aparcado en la entrada.

- Primero a comer y después ¡¡de shopping!!

 

Fuimos al centro comercial. Comimos entre risas y fotos haciendo el bobo. Rebeca aun estando casada conseguía convertirse en la persona más divertida y loca del mundo.

Comenzamos a entrar a tiendas y Rebeca salía como mínimo con tres bolsas de cada tienda.

Me empujo a una tienda de vestidos de gala, acabe saliendo de la tienda con un vestido morado, corto, sencillo pero elegante. Llevaba algunas piedrecillas incrustadas, tenía un lazo morado de seda atado a la cintura. La parte de arriba era como un corsé y a partir de la cintura era liso, quizá un poco pomposo.

 

Cuando salimos del centro comercial ya estaba comenzando a anochecer. Rebeca conducía a gran velocidad mirando la hora muchas veces y el retrovisor:

- ¿Ocurre algo?- le pregunte preocupada.

Sonrió y negó con la cabeza.

Llegamos a mi casa y entre mi madre y Rebeca me llevaron a mi habitación donde me esperaban una peluquera y maquilladora. Entre las dos me tuvieron lista en menos de lo que esperaba. Llevaba un semirecogido, los ojos bien marcados en un color negro que resaltaba mi mirada, un poco de colorete rosa junto a un pintalabios rosa palo.

No sabía lo que me esperaba abajo y comencé a charlas con las chicas que me habían arreglado. La verdad eran muy simpáticas.

Alguien dio a la puerta, esta se abrió y por ella asomo Mario.

- Pasa- le dije con una sonrisa.

Las chicas se levantaron y se fueron:

- Gracias- les dije mientras cerraban la puerta detrás.

Me quede sola con Mario en mi habitación:

- Toma felicidades- Me entrego una pequeña cajita azul.

La agarre y abrí la caja:

- Es precioso- susurre.

Dentro de la caja había un collar con un colgante de un pentagrama con notas.

- Gíralo- dijo mientras sonreía.

En la parte de atrás estaba la fecha en la que perdí el miedo escénico gracias a él.  

Lo agarro y me lo coloco en el cuello.

Me gire y volvíamos a estar muy cerca. Me agarro la cara entre sus manos y se inclino poco a poco a besarme. Yo como antes también acorte la distancia entre nuestros labios.

Al fin esa necesidad que teníamos fue saciada cuando nuestros labios se encontraron. Me besaba con una dulzura que hacía que olvidara todo. Su mano bajo hasta mi cintura acercándome más hacia él. Mis manos subieron por su pecho hasta enredarse en su pelo.

- ¡Sara sal ya!- grito mi madre.

Me separe de Mario con una sonrisa:

- Ya voy.

Me dio otro beso pero esta vez más corto:

- Vamos antes de que aparezca tu padre- dijo sonriendo.

Salimos de mi habitación cogidos de la mano. Llegamos a las puertas del jardín:

- Espera aquí. – Me dijo Mario mientras abría la puerta y salía me dijo- Ya puedes salir.

Abrí la puerta con cuidado y salí.

- ¡Felicidades! –Grito todo el mundo.

Sonreí y Mario me ayudo a bajar las escaleras.

El jardín estaba decorado con una pequeña carpa blanca, mesas con manteles beige y flores de distintos colores. Los arboles estaban rodeados por pequeñas lucecitas blancas.

Estaba toda mi familia y amigos.

Me felicitaron, bailamos, reímos e incluso me mancharon la cara con pastel.

Al terminar de limpiarme mi padre me dijo:

- Bueno es hora de abrir regalos.

Cada uno de ellos me dio un regalo, había ropa, maquillaje, etc.… de todo un poco. Pensé que ya había recibido todos los regalos.

- ¡Y el ultimo regalo! –grito mi padre.

Me tapo los ojos y me guio con todos los demás detrás.

- ¿Preparada?- me pregunto mi padre.

- Si – dije emocionada.

Quito sus manos y pude abrir los ojos y ver. En frente de mi se encontraba un precioso descapotable azul con un lazo rojo.

Grite histérica de la emoción y me lance a los brazos de mi padre:

- Gracias, gracias- era lo único que repetía.

- Te lo mereces pequeña- me dijo mi padre besándome en la frente.

Le tendí la mano y me dio las llaves. Agarré de la mano a Mario y le arrastre para montarnos en el coche.

Nos metimos juntos en el coche y arranque. Nos íbamos a ir a dar una vuelta cuando Rebeca se nos acerco:

- Sara, este es otro regalo de cumpleaños.- me entrego una llave.- Aquí está la dirección y por favor entra sola.

-De acuerdo. – le conteste confusa.

Nos pusimos en marcha en mi coche nuevo hacia la dirección que nos dio Rebeca.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Que te parece la historia?