Pasaron dos meses y mi vida volvió más o menos a la normalidad. Escribí algunas canciones que Mario dijo que me iba a ayudar a grabar. Y me estaba sacando el carné de conducir y lo aprobé. Lo que no me iba a esperar es lo que me iba a suceder el día de mi cumpleaños.
- Ya tengo 18 y me dan el carné. – dije
sonriendo.
Me levante y me duche. Me puse mi pantalón corto,
unas vans con una camiseta y una chaqueta.
Salí corriendo a la autoescuela para recoger mi
carnet.
Después de un rato mi madre me echo de casa para
prepararme una fiesta en la cual no había podido participar.
Estaba en la sala de grabación cantando varias
canciones. Mario pulso el botón desde fuera del cristal para hablar conmigo:
- Ya hemos acabado, ¿Te apetece ir a comer algo,
mayor de edad?- me dijo con una sonrisa burlona.
Salí de la sala y le conteste:
- Pues claro. ¡Conduzco yo!- mientras le quitaba
las llaves y salía corriendo.
Me persiguió por todo el estudio. Mientras corría
saludaba a gente que había conocido en la discográfica. Siempre hacíamos alguna
locura y ya estaban acostumbrados. Reía como una loca, mientras Mario gritaba:
- ¡Como le pase algo te mato!
Mario comenzó a correr más rápido y se lanzo
contra mí. Acabamos rodando los dos por el suelo entre risas. Mario acabo
encima de mí sobre el suelo. Los dos respirábamos agitadamente. Nos miramos a
los ojos con demasiada intensidad y Mario bajo su mirada a mis labios. Poco a
poco se fue acercando, nuestras narices se estaban rozando y no sé por qué
quería que me besara. Mientras él se acercaba mi mente se debatía. Seguía
queriendo a Alan eso no lo dudaba, pero Mario había sabido estar ahí cuando más
lo necesitaba. Quizá necesitaba seguir mi vida, ¿y si Alan no volvía? No iba a
estar toda la vida esperando.
Entonces comencé a acercarme yo para cortar las
distancias. Nuestros labios se estaban rozando, cuando oímos a alguien toser.
Nos giramos los dos y vimos unos pies en unos altos tacones con unos vaqueros,
subimos la mirada y encontramos a Rebeca mirando hacia otro lado con una
sonrisa juguetona.
Mario se levanto y me tendió la mano para
ayudarme a levantarme. Me rodeo la cintura me dio un beso en la mejilla y me
susurro al oído:
- Luego nos vemos.- Me soltó mientras miraba a
Rebeca con cara asesina.
Rebeca le sonrió y me agarro del brazo
arrastrándome con ella.
- ¡Felicidades! –grito mientras me daba un abrazo
y comenzaba a tirarme de las orejas hasta contar a 18.
- ¿Ahora a donde me llevas?- le pregunte mientras
me arrastraba hacia su coche que estaba aparcado en la entrada.
- Primero a comer y después ¡¡de shopping!!
Fuimos al centro comercial. Comimos entre risas y
fotos haciendo el bobo. Rebeca aun estando casada conseguía convertirse en la
persona más divertida y loca del mundo.
Comenzamos a entrar a tiendas y Rebeca salía como
mínimo con tres bolsas de cada tienda.
Me empujo a una tienda de vestidos de gala, acabe
saliendo de la tienda con un vestido morado, corto, sencillo pero elegante.
Llevaba algunas piedrecillas incrustadas, tenía un lazo morado de seda atado a
la cintura. La parte de arriba era como un corsé y a partir de la cintura era
liso, quizá un poco pomposo.
Cuando salimos del centro comercial ya estaba
comenzando a anochecer. Rebeca conducía a gran velocidad mirando la hora muchas
veces y el retrovisor:
- ¿Ocurre algo?- le pregunte preocupada.
Sonrió y negó con la cabeza.
Llegamos a mi casa y entre mi madre y Rebeca me
llevaron a mi habitación donde me esperaban una peluquera y maquilladora. Entre
las dos me tuvieron lista en menos de lo que esperaba. Llevaba un semirecogido,
los ojos bien marcados en un color negro que resaltaba mi mirada, un poco de
colorete rosa junto a un pintalabios rosa palo.
No sabía lo que me esperaba abajo y comencé a
charlas con las chicas que me habían arreglado. La verdad eran muy simpáticas.
Alguien dio a la puerta, esta se abrió y por ella
asomo Mario.
- Pasa- le dije con una sonrisa.
Las chicas se levantaron y se fueron:
- Gracias- les dije mientras cerraban la puerta
detrás.
Me quede sola con Mario en mi habitación:
- Toma felicidades- Me entrego una pequeña cajita
azul.
La agarre y abrí la caja:
- Es precioso- susurre.
Dentro de la caja había un collar con un colgante
de un pentagrama con notas.
- Gíralo- dijo mientras sonreía.
En la parte de atrás estaba la fecha en la que
perdí el miedo escénico gracias a él.
Lo agarro y me lo coloco en el cuello.
Me gire y volvíamos a estar muy cerca. Me agarro
la cara entre sus manos y se inclino poco a poco a besarme. Yo como antes
también acorte la distancia entre nuestros labios.
Al fin esa necesidad que teníamos fue saciada
cuando nuestros labios se encontraron. Me besaba con una dulzura que hacía que
olvidara todo. Su mano bajo hasta mi cintura acercándome más hacia él. Mis
manos subieron por su pecho hasta enredarse en su pelo.
- ¡Sara sal ya!- grito mi madre.
Me separe de Mario con una sonrisa:
- Ya voy.
Me dio otro beso pero esta vez más corto:
- Vamos antes de que aparezca tu padre- dijo
sonriendo.
Salimos de mi habitación cogidos de la mano.
Llegamos a las puertas del jardín:
- Espera aquí. – Me dijo Mario mientras abría la
puerta y salía me dijo- Ya puedes salir.
Abrí la puerta con cuidado y salí.
- ¡Felicidades! –Grito todo el mundo.
Sonreí y Mario me ayudo a bajar las escaleras.
El jardín estaba decorado con una pequeña carpa
blanca, mesas con manteles beige y flores de distintos colores. Los arboles
estaban rodeados por pequeñas lucecitas blancas.
Estaba toda mi familia y amigos.
Me felicitaron, bailamos, reímos e incluso me
mancharon la cara con pastel.
Al terminar de limpiarme mi padre me dijo:
- Bueno es hora de abrir regalos.
Cada uno de ellos me dio un regalo, había ropa,
maquillaje, etc.… de todo un poco. Pensé que ya había recibido todos los
regalos.
- ¡Y el ultimo regalo! –grito mi padre.
Me tapo los ojos y me guio con todos los demás
detrás.
- ¿Preparada?- me pregunto mi padre.
- Si – dije emocionada.
Quito sus manos y pude abrir los ojos y ver. En
frente de mi se encontraba un precioso descapotable azul con un lazo rojo.
Grite histérica de la emoción y me lance a los
brazos de mi padre:
- Gracias, gracias- era lo único que repetía.
- Te lo mereces pequeña- me dijo mi padre
besándome en la frente.
Le tendí la mano y me dio las llaves. Agarré de
la mano a Mario y le arrastre para montarnos en el coche.
Nos metimos juntos en el coche y arranque. Nos
íbamos a ir a dar una vuelta cuando Rebeca se nos acerco:
- Sara, este es otro regalo de cumpleaños.- me
entrego una llave.- Aquí está la dirección y por favor entra sola.
-De acuerdo. – le conteste confusa.
Nos pusimos en marcha en mi coche nuevo hacia la
dirección que nos dio Rebeca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario